4ª etapa Évora-Barrancos
Tras un completo desayuno en el Ibis y la limpieza de las bicis con la manguera del aparcamiento del hotel, nos vamos a la estación de ferrocarril porque en el mapa había visto una vía férrea hasta Reguengos de Monzaraz y queríamos acortar la etapa, pero allí nos informan que no hay trenes. Dejamos las calles empedradas, que ya castigan el maltrecho trasero, y rodamos hacia el E durante 20 km, hasta el cruce de S. Manços, donde hacemos una primera parada. Después seguimos hacia Reguengos, bajando por buena carretera hasta cruzar el Río Degebe y después como la subida no es demasiado pronunciada no paramos hasta la Praça da Liberdade de Reguengos, el tiempo de tomar un bocadillo y descansar un poco. Seguimos por S. Pedro do Corval, el pueblo más alfarero de Portugal (según un gran cartel) como demuestran la cantidad de olarias que tiene a ambos lados de la carretera. Como gran parte del Alentejo que llevamos recorrido esta es también tierra de cereal, olivo y vid. En el horizonte se vislumbra el cerro sobre el que se encarama Monzaraz, pueblo que ha conservado intacta su fisonomía y el encanto de sus viejas casas encaladas. La subida desde Telherio no es demasiado dura y llegamos hasta la puerta de la muralla, desde donde admiramos el paisaje y la inmensa panorámica del embalse de Alqueva. Entramos en su calle principal, la Rua Direita, y el olor de la comida de un restaurante cercano nos invita a quedarnos, pero la cabeza nos dice que aún nos queda mucho trecho por recorrer.
Dejamos Monzaraz siguiendo los indicadores a Mourão y llegamos a la N256 que cruza el Guadiana por el largo puente sobre el barragem de Alqueva y después tomamos el desvío a la derecha y seguimos hasta el pueblo. Paramos ante el restaurante Pipas, con casi 73 km en el cuerpo. Le pregunto a una mujer que está sentada a la puerta y me dice que allí se come bien. Y la comida fue buena, carapaos (chicharros) con arroz, secreto, balacao, vino, melona y dulces.
Cuando salimos a la calle el calor pega fuerte. El trayecto que sigue transcurre por las riberas de las tierras del Gran Lago, denominación dada en Portugal al embalse de Alqueva, carreteras solitarias y con algunas sombras y en el que antes de llegar a un puente vemos muy de cerca a un meloncillo. Cuando llegamos a Amareleja vamos hasta un bar que hay en una esquina de la plaza, donde un grupo de hombre pasan el rato con el jogo de la malha, y nos hidratamos y alimentamos para los kilómetros venideros. La carretera es de menor importancia y el asfalto es peor, muy rugoso, y particularmente paso una crisis física poco después de superar los 100 km y de la que logro recuperarme cuando en la lejanía vemos Barrancos, meta de esta larga etapa. Cuando llegamos a la entrada del Hotel Agarrocha hemos recorrido 123 km, en 6 h. 10 min., con una velocidad media de 20 km/h.
Durante la cena, en la que incluimos un plato de presunto de porco preto, acordamos que al día siguiente llegaríamos a Huelva, pedaleando hasta la estación de ferrocarril de Almonaster-Cortegana para ir en tren hasta la capital. Las previsiones eran de altas temperaturas para los dos próximos días y no creiamos necesario alargar el viaje.
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