La mañana se presentaba limpia de nubes y se anunciaban altas temperaturas. Dimos una vuelta hasta la plaza de Barrancos y luego nos lanzamos por el descenso hacia el lado español. Al poco de entrar en la provincia de Huelva giramos a la izquierda para ir hacia Aroche y para empezar nos enfrentamos a una subida larga y con importante porcentaje. Faltan horas para el mediodía pero ya el sudor me baña la cara. Durante casi 30 km atravesamos las tierras de La Contienda, zona que durante siglos, por causa de los conflictos fronterizos, permaneció indivisa, repartiéndose el usufructo de su explotación compartida las villas de Aroche, Encinasola y Moura. Es un territorio bonito, prácticamente despoblado, por el que tenemos que superar varias sierras y que nos reserva para el final una de las mejores bajadas de todo el viaje, la que nos lleva hasta el puente sobre la Rivera del Chanza, a poca distancia de Aroche. En el bar El Canario hacemos un avituallamiento, tras el que reanudamos la marcha. Los 14 km hasta Cortegana son casi todos de subida constante, sin descansos y, acrecentados por el fuerte calor, fueron para mi de gran exigencia física y la parte más sufrida de todo el viaje. Mis compañeros me esperaban en la entrada del pueblo y ya reunidos buscamos donde saciar la sed y el hambre con cervezas y bocadillos de jamón . Luego, en un bar regentado por una señora búlgara, V. Kostadinova, tomamos café y helados y atravesamos el pueblo para salir hacia la estación de ferrocarril, donde han restaurado el edificio principal para convertirlo en un alojamiento rural, aunque el bar-restaurante ya no funciona. Esperamos el tren de las 16:46, que nos llevará hasta Huelva en poco menos de dos horas, punto final de una experiencia viajera para la que SI se necesitan alforjas.
Viaje con esencia ecológica, respetuoso y tranquilo, donde el tiempo importa menos que el espacio, en el que sientes que eres paisaje, por donde el recorrido se hace pedalada a pedalada, suavemente, esforzadamente, con los aromas campestres y con el viento y el cielo (sol, nubes, lluvia) como testigos de un movimiento sin rastro.
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