06 julio 2010

Arrifana y Monte Clérigo, Aljezur, Portugal

24 de junio. Tras desayunar en el apartamento (yogur y plátano) montó en la bici poco después de las 7:30. Se había abrigado con chaleco y manguitos porque el día amaneció fresco y muy nublado. A esa hora tan temprana un hombre viejo ya está cabando las patatas de su huerto. Cuando encontró un buen ritmo pudo rodar con facilidad hasta Aljezur. A la salida del pueblo giró a la derecha y puso el desarrollo más corto para subir los 1200 metros de empinada cuesta hasta el cruce de Arrifana y Monte Clérigo. Una vez arriba torció a la derecha y rodó por buena carretera, disfrutando de las vistas sobre la Ribera de Aljezur. Pasada  la urbanización de Espartal y poco antes de llegar a la costa lo asustó un perro que de imprevisto salió de unaz zona de gándara ladrando con agresividad. Unos instantes después comenzó a sonar su teléfono móvil. Se detuvo en un aparcamiento frente a la playa de Monte Clérigo y descolgó:
¿Diga? - ¡Juan! - ¡Hola Manolo, estoy en Portugal de vacaciones! - Bien, sólo te llamo para felicitarte en tu día - ¡Oh, gracias Manolo, eres el primero en hacerlo, gracias! - Pues lo dicho, que tengas un buen día. Un abrazo - Igualmente.


Aprovecha esta primera parada para hacer algunas fotos de la playa y del caserío de Monte Clérigo. Vuelve a montar y cruza el poblado para atravesar la urbanización de Vale da Telha por carreteras con asfaltado muy deficiente, rugoso y bacheado, y siente alivio cuando alcanza la carretera por la que hace su entrada en Arrifana. Allí se detiene un momento en el mirador frente al restaurante Brisamar y disfruta de la visión de tan hermosa concha de arena dorada rodeada de altaneros y oscuros acantilados.
Le pide a un chico que le haga una foto y este, muy amablemente, le hace dos. Sale de Arrifana con la idea de llegar cuanto antes al apartamento porque su mujer lo espera para desayunar.

La primera parte del trayecto de vuelta es favorable, pero tras dejar atrás Carrascalinho es ascendente y el viento que sopla del Noroeste, junto al cansancio acumulado, hace que le sea difícil rodar por encima de los 20 km/h, y no es hasta cerca del cruce de Zambujeira do Baixo, cuando el recorrido se vuelve favorable y puede pedalear más ágilmente hasta Maria Vinagre. Cuando llega al Monte João Roupeiro acababan de dar las 10 y A, que lo esperaba para desayunar, le regala por su santo el libro "Invisible" de Paul Auster.

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