04 agosto 2020

EL OLVIDO QUE SEREMOS

Este es un libro que me ha impactado, por extraordinario y maravilloso, y "que nos sumerge en una realidad colombiana única", en palabras de mi amigo Rubiel Mendoza, colombiano como el autor. O como lo define Rosa Montero este hermoso, auténtico y conmovedor libro.



Esta obra de Hector Abad Faciolince es uno de los homenajes más bellos a un padre que haya leído. Tras muchos años de silencio, casi veinte, finalmente el autor pudo escribir sobre su padre, para rescatar su vida del olvido, como una venganza por su muerte (1987) y que fue publicada en 2006.

Curiosamente, cuando acabé la primera lectura del libro, a finales de en agosto de 2018, se cumplían 31 años del asesinato de Hector Abad Gómez en la epidemia de violencia que sufrió Colombia en los años 80.

Podéis ver la larga entrevista con el autor en Canal Sur, en la que el escritor colombiano está a años luz de los entrevistadores (J. Vigorra me pone nervioso), en la que habla del libro, de su vida, de sus hijos "uno quiere más a los hijos que los hijos lo quieren a él" dice, de su calidad de nadador, de sus gustos artísticos (literarios, musicales, pictóricos, ...)

A mitad de 2020 comencé su relectura. De ella he extraído algunos párrafos significativos:

"Tal vez por eso un teclado-mucho más que un lápiz o un bolígrafo-es para mí la representación demás fidedigna de la escritura. Esa manera de ir hundiendo sonidos, como en un piano, para convertir las ideas en letras y palabras, me pareció desde el principio -y me sigue pareciendo- una de las magias más extraordinarias del mundo."

Mi abuelo a veces comentaba sobre mí: "A este niño le hace falta mano dura". Pero mi papá le respondía: "Si le hace falta, para eso está la vida, que acaba dándonos duro a todos; para sufrir, la vida es más que suficiente, y yo no le voy a ayudar."

Sólo mi papá, presentado por el periódico como el "conocido dirigente de izquierda, apoyó la valentía del doctor Mesa Jaramillo, y dijo que, así no estuviera en todo de acuerdo con él, como vivíamos en un régimen liberal estaría dispuesto a defender hasta con la propia vida el derecho de expresión de cada uno.

Mi abuela nunca fue feliz con él, (se refiere a su segundo marido) pues no se le parecía a su adorado hermano ni en la cama ni en la mesa, los dos sitios más importantes de una casa, y mi mamá (que desde entonces soporta mal a los abogados y me transmitió este mismo prejuicio) acabó matándolo sin querer queriendo, al ponerle por accidente una inyección contraindicada para los débiles de corazón.

...,tuvo la suerte de que lo nombraran en un cargo de asesoría médica de la Organización Mundial de la Salud, en Washington, Estados Unidos. Ese exilio afortunado lo salvó de la furia reaccionaria que mató a cinco de sus mejores amigos del bachillerato y a cuatrocientos mil colombianos más. Desde ese tiempo mi papá se declaraba "un sobreviviente de la violencia", por haber tenido la fortuna de estar en otro país durante los años más crudos de la persecución política y las matanzas entre liberales y conservadores.

No es que a uno le enseñen a vengarse (pues nacemos con sentimientos vengativos), sino que le enseñan a no vengarse. No es que a uno le enseñen a ser bueno, sino que le enseñan a no ser malo. Nunca me he sentido bueno, pero sí me he dado cuenta de que muchas veces, gracias a la benéfica influencia de mi papá, he podido ser un malo que no ejerce, un cobarde que se sobrepone con esfuerzo a su cobardía y un avaro que domina su avaricia. Y lo que es más importante, si hay algo de felicidad en mi vida, sin tengo alguna madurez, si casi siempre me comporto de una manera decente y más o menos normal, si no soy un antisocial y he soportado atentados y penas y todavía sigo siendo pacífico creo que fue simplemente porque mi papá me quiso tal como era, un atado amorfo de sentimientos buenos y malos, y me mostró el camino para sacar de esa mala índole humana que quizás todos compartimos, la mejor parte. Y aunque muchas veces no lo consiga, es por el recuerdo de él que casi siempre intento ser menos malo de lo que mis naturales inclinaciones me indican.

Sin decirme una sola palabra, sin obligarme a leer y sin echarme el sermón de lo sana para el espíritu que podía ser la música clásica, yo entendí, sólo mirándolo, viendo en él los efectos benéficos de la música y de la lectura, que en la vida todos podemos recibir un gran regalo, no muy caro y más o menos al alcance de la mano: los libros y los discos.

Y aunque mi hermana no se ahogó, a mí me quedó para siempre la honda sensación, la horrible desconfianza de que tal vez, si la vida me pone en una circunstancia donde yo deba mostrar lo que soy, seré un cobarde.

La memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está hecha e intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos.

La muerte de Marta
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Es un capítulo central en el libro que comienza así: Y después de ese paréntesis de felicidad casi perfecta, que duró algunos años, el cielo, envidioso, se acordó de nuestra familia, y ese Dios furibundo en el que creían mis ancestros descargó el rayo de su ira sobre nosotros... mientras la felicidad nos parece algo natural y merecido, las tragedias nos parecen algo enviado desde afuera, como venganza o un castigo decretado por potencias malignas...
Y ahora tengo que contar la muerte de Marta, porque eso partió en dos la historia de mi casa.

27
Marta Cecilia para mi mamá, Taché para mi papá. Marta para nosotros los hermanos, era la estrella de la familia. Desde chiquita se había visto que que no había entre nosotros ninguna más alegre ni más inteligente ni más vital.... 
Marta la estrella, la cantante, la mejor estudiante, la actriz.
Hasta que Dios, repito, o el absurdo azar, le dió por envidiar tanta felicidad, y descargó un rayo de ira despiadada sobre esa familia feliz.

-Les tengo que decir algo muy duro y muy importante.
-El tono era doloroso y mi papá hizo una pausa para tragar saliva- Tienen que ser muy fuertes y tomarlo con calma. ... Marta está muy enferma, es una enfermedad, se llama melanoma, es un tipo de cáncer, de cáncer en la piel.
.... .....
Entonces empezaron cuatro meses de un dolor lacerante, de agosto a diciembre, del que ninguno de nosotros salió igual.
Un cáncer, a los dieciséis años, y en una muchacha así, como era Marta, producía en cualquiera un dolor y un rechazo insoportables. Hay un momento en que la vida de los seres humanos se vuelve más valiosa, y ese momento, creo yo, coincide con esa plenitud que trae el final de la adolescencia.

... porque la vida, después de casos como este, no es otra cosa que una absurda tragedia sin sentido para la que no vale ningún consuelo.

"No es la muerte la que se lleva a lo que amamos. Al contrario, los guarda y los fija en su juventud adorable. No es la muerte la que disuelve el amor, es la vida la que disuelve el amor."

Más adelante el autor se centra en la figura de su padre, sobre todo en su labor como profesor universitario y como observador del clima violento del país:
Su noción novedosa de la violencia como un nuevo tipo de peste que venía de muy atrás.... en un Congreso de Salud Pública en 1962 había leído una ponencia que se llamó "Epidemiología de la violencia".
...en Colombia crecía de nuevo la epidemia cíclica de la violencia que había azotado el país desde tiempos inmemoriales.
Lo más nocivo para la salud de los humanos aquí,..., tenía la cara típica de la violencia política.
... mi papá contemplaba con terror el avance progresivo de la nueva epidemia que en el año de su muerte registró cifras por homicidios más altas que la de un país en guerra,...la peor de las enfermedades padecidas por el hombre: la violencia.

... escribe y subraya que las libertades de pensamiento y de expresión son "un derecho duramente conquistado a través de la historia por millares de seres humanos, derecho que debemos conservar. Y añadía:
"La alternativa va siendo cada vez más clara: o nos comportamos como animales inteligentes y racionales respetando la naturaleza y acelerando en lo posible nues  incipiente proceso de humanización, o la calidad de la vida humana se deteriora.... "
Luchaba...con la única arma que le quedaba: la libertad de pensamiento y de expresión: la palabra, las manifestaciones pacíficas de protesta, la denuncia pública de los violadores de los derechos de todo tipo.

Revisando sus artículos de esos años... hay uno particularmente duro y valiente contra la tortura publicado poco después de que un amigo y discípulo fuera detenido y torturado por el Ejército en Medellín:
"Yo acuso... ... acusación dirigida a las autoridades principales de Colombia.
"Yo acuso los interrogadores del Batallón Bombona Medellín de ser despiadados torturadores, de psicópatas, de criminales...

... cada uno de nosotros puede hacer algo por mejorar el mundo en el que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan. Debemos trabajar para el presente y para el futuro, y esto nos traerá mayor gozo que el simple disfrute de los bienes materiales. Saber que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor, debe ser la máxima de las aspiraciones humanas.

... absurdas son la muerte de un niño o de una persona joven, o la muerte causada por la violencia asesina de otro ser humano... Nunca acepté resignado la muerte de mi hermana, ni nunca podré aceptar con tranquilidad el asesinato de mi padre.

Este libro es el intento de dejar un testimonio de ese dolor, un testimonio al mismo tiempo inútil y necesario.
... esto que siento que tengo que escribir, y que en casi veinte años de intentos no había sido capaza de escribir, hasta ahora.

En una entrevista que le había hecho ( a su padre) esa misma semana, le preguntaron sobre la muerte, o mejor dicho, sobre la posibilidad de que lo mataran, y contestó lo siguiente: "Yo estoy satisfecho con mi vida y no temo a la muerte, pero todavía tengo muchos motivos de alegría: cuando estoy con mis nietos, cuando cultivo mis rosas o converso con mi esposa. Si, aunque no le temo a la muerte, tampoco quiero que me maten, ojalá no me maten: quiero morir rodeado de mis hijos y mis nietos, tranquilamente (...) una muerte violenta debe ser aterradora, no me gustaría nada."

La tarde en que mataron a Héctor Abad Gómez

Sé que le cojo la mano y que le doy un beso en la mejilla y que esa mejilla todavía está caliente. Sé que grito y que insulto, y que mi mamá se tira a sus pies y lo abraza. No sé cuanto tiempo después veo llegar a mi hermana Clara con Alfonso, su esposo.
Entre mi hermana, mi cuñado, mi mamás y yo rodeamos el cadáver. Mi mamá le quita la argolla de matrimonio y yo saco los papeles de los bolsillos. Más tarde veré lo que son: uno es la lista de los amenazados de muerte, una fotocopia, y el otro el epitafio de Borges copiado de su puño y letra, salpicado de sangre: "Ya somos el olvido que seremos."

En ese momento no puedo llorar. Siento una tristeza seca, sin lágrimas. Una tristeza completa, pero anonadada, incrédula.
... Estoy a punto de derrumbarme, pero no me voya a derrumbar. ¡Hijueputas!, grito, es lo único que grito, ¡hijueputas! Y todavía, por dentro, todos los días, les grito lo mismo, lo que son, lo que fueron, lo que siguen siendo si están vivos ¡Hijueputas!

Para mi, en definitiva, es un libro que recomiendo leer, sobre todo a hijos y padres, porque está construido sobre el amor.
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La figura de Héctor Abad, asesinado por defender los derechos humanos, inspiró un libro, ‘El olvido que seremos’, y también un documental, ‘Carta a una sombra’. Su hijo y su nieta han reconstruido la memoria familiar, que es la de un país.


Artículo en EL PAÍS con motivo de la reedición del libro en 2017.


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