26 junio 2023

UN AÑO SIN RICARDO

RECUERDOS DE UNA AUSENCIA.

En memoria de Richard J. Barker

Son imágenes que brotan de recuerdos de junio de 1990, el año en el que viajamos hasta Stevens Point, la ciudad donde Carmen, Canela y tu teníais un hogar porque allí eras profesor en el Departamento de Lenguas de la Universidad de Wisconsin-Stevens Point.

De aquellos días uno de los recuerdos más presente son nuestras rutas con las bicicletas de montaña, cuando me llevabas a recorrer los senderos del territorio cercano a la ciudad, tan distinto a estos pagos de terrones secos donde nací y donde te viniste a descansar.

Azules y verdes.

Lagos y ríos.

Bosques y parques.

Lluvias y tornados.

Traslado aquel pasado a este presente para vernos viajando en tu Honda dorado, al que llamabas Clavileño en honor de tu querido Cervantes, con el que viajábamos hacia el Oeste para participar en carreras de una modalidad deportiva aún incipiente, recorriendo a lomos de aquel coche japonés las extensiones infinitas entre Wisconsin y Minnesota a cien millas por hora bajo las inclementes lluvias, con grises nubes-embudo de los tornados moviéndose en el horizonte, atravesábamos el río Misisipi por su curso superior, que allí es frontera entre los dos estados, para llegar a nuestro destino y plantar las tiendas de campaña y ser parte de un grupo de entusiastas que iban a goszar del ciclismo en la naturaleza.

Entonces ya nos mostrabas tu generosidad, tu sentido del humor, tu búsqueda incansable del rescate de la memoria, con esa constancia que nacía, tal vez, de tus participaciones en deportes de fondo y resistencia como el esquí o el ciclismo.

El gusto por las dos ruedas y los pedales lo seguimos manteniendo hasta el final, algo que era parte esencial de nuestra relación, tantos aspectos de ese mundo: bicicletas, ciclistas, carreras, libros, etc. eran un hilo que nos mantuvo unidos desde que nos conocimos hasta tu muerte.

Porque te me moriste. Te nos moriste.

Y he pensado si no podrían los hombres morir como mueren los días, así, con pájaros cantando sin sobresaltos y la claridad líquida cristalina en todo y el fresco suave fresco, la brisa ligera agitando las hojas pequeñas de los árboles, el mundo inerte o moviéndose tranquilo y el silencio creciendo natural natural, el silencio esperando, por fin justo, por fin digno. (1)

(1)   Extraído del libro TE ME MORISTE, de José Luís Peixoto.

Escrito para el nº 2 de la revista de literatura PAPELES DEL CARACOL, editada en Castilleja del Campo, respondiendo a la invitación que me hizo el amigo José Antonio Borrego.


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