La primera parte de la etapa fue muy cómoda, con muchas bajadas, aunque con más insectos de lo habitual, quizás por atravesar una zona muy arbolada y húmeda. En Lagoa de Santo André había poca gente y los bares estaban cerrados, pero el lugar mantiene su encanto, con esa mezcla especial que le da la quietud y horizontalidad de la laguna y el rugido del oleaje y la inmensidad de la playa.
En Sines, del latin sinus: bahía, paramos a tomar un café y buscamos la librería (A das Artes) que nos había recomendado una amable librera la tarde anterior en Santiago, donde encontré el libro de Manuel Alegre “Cão Como Nos”.
Tuvimos dificultades para encontrar la salida de Sines hacia el sur y, después de tener que atravesar el único lunar de la costa del Alentejo, el puerto industrial y las instalaciones petroquímicas, llegamos a la carretera que bordea la costa y fuimos dejando atrás algunas de las playas más hermosas del litoral alentejano en el recorrido hacia Porto Covo.
En Porto Covo evaluamos nuestras posibilidades y, aunque era la hora de comer, decidimos seguir hacia Vila Nova de Milfontes para ir a la Tasca de Celso, donde llegamos poco antes del cierre. Nuestro esfuerzo fue recompensado con la mejor comida de todo el viaje, arroz de pulpo y sericaia de postre.
Atravesamos el puente sobre el Río Mira y seguimos la N-393 hacia el sur, a unas horas en las que por fortuna había poco tráfico. Nos desviamos hacia Almograve y por carreteras secundarias pasamos por Cavaleiro y continuamos hacia Zambujeira do Mar, final de esta etapa.
El hospedaje fue en un apartamento de la casa rural “Monte das Alpenduradas, a dos Km. al E de Zambujeira do Mar, y para cenar tuvimos que acercarnos al pueblo, donde llegamos a tiempo de contemplar la puesta de sol.
Etapa de 123 Km., con 6 h. 10’ de pedaleo y un desnivel de 481 m.
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