Una primera etapa en la que pronto empezamos a disfrutar del paisaje y de las tranquilas carreteras por las que ascendemos el valle del Guadiana hasta Alcoutim, pasando por las aldeas de Fonte de Penedo, Alcaria, Álamo, Guerreiros do Rio y Laranjeiras, parando para hacer un alto en el mirador del Pontal.
Por la vieja estrada EN-122 pedaleamos durante varios kilómetros en absoluta soledad, dado que la moderna estrada IC-27 absorbe todo el tráfico de vehículos, que a decir verdad no es muy numeroso por esta zona, y bajamos hasta cruzar la Ribera de Vascão, para pasar del Algarve al Alentejo. Por la carretera hacia Espírito Santo nos cruzamos primero con una pareja de cicloturistas y más adelante con otras dos parejas, los únicos que recuerdo de todo el viaje.
Nos detenemos frente a la entrada del Convento São Francisco, actualmente un hotel, para fotografiar el castillo de Mértola. En la Pastelaria Ninho Doce hacemos un alto para comer y refrescarnos. No queremos más que tomar un bocado para reponer fuerzas y continuar pedaleando. Esta vez nos quedamos con las ganas de probar algo de la carta del restaurante "O Repuxo", contiguo a la pastelaria, en cuya terraza la clientela come con gusto.
Dejamos la IC-27 para seguir la N-123 hacia Castro Verde y rodamos por un tramo absolutamente recomendable, ya que su trazado y su firme son estupendos y es un buen comienzo para empezar a conocer la planicie alentejana. A mitad del camino hacemos un alto en el límite del municipio de Castro Verde, uma janela sobre a planicie, corazón del denominado Campo Branco, en las largas y extensas llanuras del Baixo Alentejo.
Esta una zona de especial protección para las aves, me pareció ver a lo lejos un grupo de avutardas, y por los bordes de la carretera están diseminados multitud de nidos de cigüeñas blancas que en esta época alimentan incesantemente a sus voraces crías.
Una de las características más llamativas de Castro Verde es la presencia de numerosas esculturas en sus jardines, plazas y rotondas. Rodeamos a tres de ellas antes de llegar a la calle donde se encuentra el Hotel Vila Verde, un sencillo establecimiento de reciente construcción, donde pudimos relajarnos y descansar en una habitación muy limpia y confortable después de una larga primera etapa, en la que recorrimos 121 Km. en un tiempo de pedaleo de 6 h. 20’ y un desnivel acumulado de 1.525 m.
Momentos antes, mientras merendábamos frente al Cine-Teatro Municipal, un par de jóvenes, probablemente gitanos, nos ofrecieron comprar un caballo o una yegua (sic).
Frente al hotel se encuentra la casa que a principios del s. XIX mandó levantar el hacendado Alvaro Romano Colaço y en la que con el empleo del cemento, un material novedoso para la época, sus constructores consiguieron imitar en balcones, torres y ventanas elementos neogóticos, neomanuelinos y neomudéjares. Desgraciadamente este edificio tan emblemático se encuentra cerrado y precisa de una urgente restauración.
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