Llegados a Azinhal empezamos desayunando bien para cargar energías. Preparamos las máquinas y nos pertrechamos bien de ropa, bebida y alimentos porque el día esta frío y nos espera una dura jornada de continuas subidas y bajadas. Los kilómetros van cayendo entre sudores e improperios (¡Qué cabrón!), dichos con humor, superando cotas y bajando a los cauces vamos haciendo camino.
La mañana se va oscureciendo, las nubes son cada vez más grises, la lluvia comienza fina, el viento nos azota, el hombre del coche grita ¡Força! cuando se cruza con nosotros. Más adelante la tormenta se hace presente y descarga sobre el grupo cuando el final estaba ya cerca. Nos esperaban las cervezas y los bocatas, los brindis, los comentarios sobre el recorrido, las risas y, antes de subir a los coches, la despedida hasta la próxima deseando que sea pronto.
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