Segunda etapa: Almodôvar-Monchique: 73,5 km, 4:48, 15,3 km/h.
Amanece un día gris que promete lluvia. Después de desayunar en la pastelaria Primavera, abandonamos Almodôvar, no si antes fotografiar la escultura "homenaje al zapatero", también construida a partir de materiales de chatarra por el escultor Aureliano.
Lluvia fina y un viento frontal nos acompañan durante los primeros km, por buena carretera, hasta la población de Gomes Aires, a partir de donde empeora el asfalto y la lluvia se hace más persistente. Las nubes cubren las montañas y la vegetación casi desaparece entre la bruma, los cerdos nos miran pasar sin inmutarse y de los caseríos se levantan blancas humaredas. Pese a las inclemencias hacemos camino y cuando llegamos a Santana da Serra hacemos una parada para tomarnos un café bien caliente, comer, secarnos y charlar. Después nos enfrentamos a los casi 20 km de la IC-1, vía rápida que conecta el Centro con el Sur de Portugal. A pesar de que el viento y la lluvia no cesan, agradecemos los ánimos que muchos automovilistas nos trasmiten haciendo sonar sus bocinas.
Cuando llegamos a S. Marcos da Serra otra parada corta para comer al amparo de un toldo agujereado y comentarios acerca de las dificultades montañosas que se nos avecinan.
Continúa la lluvia y desde la salida de la localidad hasta el cruce hacia Benafátima la carretera es estrecha, de piso rugoso y con grandes manchas (¿gasolina?) en algunas curvas. A partir del mencionado cruce continuamos dirección W por mejor carretera, más ancha y fina, pero que se empina nada más comenzar y nos reserva lo más duro de toda la ruta, las rampas de la Serra da Carapinha y las de Cabeça Gorda que ponen a prueba nuestra resistencia.
Después de reagrupamos en el ato de Altura da Choça, iniciamo una bajada de 2,5 km., donde el frío se hizo sentir y más adelante iniciamos la subida tendida hacia la aldea de Alferce, en medio de un escenario de arroyos y fuentes, con un juego de sombras y luces entre pinos, madroños y castaños.
En el cruce de Alferce hacemos un alto para recuperar fuerzas al cobijo de una parada de autobús y evaluamos nuestra situación: ya tenemos hambre y un poco más adelante podríamos parar a comer, pero estamos mojados y tememos enfriarnos demasiado, de modo que optamos por continuar hasta Monchique. Seguimos por un tramo de carretera orillado de una vegetación exuberante y variada en la que se entremezclan la flora tropical y las especies templadas: madroños, algarrobos, rododendros, etc. También hay cultivos en terraza de naranjos y maíz. Y aunque en los bordes hay varios restaurantes o casas de pasto, de donde emanan olores de grelhados que invitan a parar, continuamos pedaleando hasta entrar en el pueblo y luego dirigirnos hacia la iglesia, famosa por su portada manuelina en la que las columnas salomónicas se prolongan formando un cordón con nudos.
Tras una búsqueda para encontrar sitio donde dormir, acabamos en Residencial Miradouro da Serra, que nos ofrecía cuartos con calefacción y un local donde guardar las bicis, pero una vez bien reconocido el establecimiento resultó antiguo y espeso.
Portada estilo manuelino |
Después de la ducha bajamos a la cercana pastelaria Doce Arte donde hicimos almuerzo-merienda y luego nos retiramos a nuestros aposentos en busca de una merecida siesta.
Tras el descanso dimos un paseo por el centro del pueblo, casi desierto, y cenamos en el restaurante A Charrete (pedid la especialidad de la casa: el pudim de mel).
Fue etapa dura, por el porcentaje acumulado de subida y por las inclemencias metereológicas adversas, pero en lo paisajístico quizás fuera la más bonita.
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